“…no faltaron los timoratos y mal educados que, como ovejas serviles, para conservar su lana, no asistieron a la cuenta pública del Comandante en Jefe o como aquellas autoridades que, difundiendo comunicados de prensa o sin hacerlo, demostraron –una vez más– lo que siempre han sido: apátridas rastreros de cúpulas políticas que siempre ponen por delante sus intereses personales y económicos…”
En noviembre de 2018, así se tituló una carta y columna, publicada en algunos medios de comunicación. Hacía referencia al General de Ejército, Ricardo Martínez Menanteau y sus pocos meses al mando del Ejército.
En esa carta, para no repetir lo mismo, se destacaba su coherencia con el honor militar en el marco de lo que indica el Manual “Ethos de la Profesión Militar”, basado principalmente, en la práctica de las cuatro virtudes cardinales: la fortaleza, la templanza, la justicia y la prudencia.
Por supuesto, al igual que en esa fecha, hoy nuevamente se alzarán voces para criticar su período de mando (y también esta nueva carta). Unos dirán que no se preocupó por los detenidos en Punta Peuco o que le faltaron pantalones para golpear la mesa. No faltarán los que asegurarán que es de izquierda, pero muy pocos –en ello incluyo a los valientes de las Redes Sociales– saldrán a defenderlo y destacar su período de mando. Creo que es lo que corresponde y si alguien tiene alguna duda, vaya y dígaselo personalmente, pero no lo ventile públicamente. Eso es parte del honor militar.
Aflorará lo peor de la basura humana y, a pesar de tener la guata sucia o tejado de vidrio, jamás reconocerán el inigualable momento histórico en que le correspondió estar a la cabeza del Ejército de Chile. Son los mismos perros rabiosos de siempre, esos que creen que el Comandante en Jefe del Ejército tiene color político o está para solucionarles sus intereses personales o reaccionar a los encendidos Twitter o WhatsApp de cualquier exaltado. Otros, se pondrán a la altura de los traidores políticos o de quienes hoy –aún en el gobierno– le dan la espalda y lo dejan solo frente a un inquisitivo y arcaico sistema procesal que solo se aplica a los militares. Menos a los civiles y jamás a los políticos, lo únicos responsables del desencuentro entre los chilenos.
También, no faltarán los timoratos y mal educados que, como ovejas serviles, para conservar su lana, no asistieron a la cuenta pública del Comandante en Jefe o como aquellas autoridades que, difundiendo comunicados de prensa o sin hacerlo, demostraron –una vez más– lo que siempre han sido: apátridas rastreros de cúpulas políticas que siempre ponen por delante sus intereses personales y económicos.
En lo personal, sin inmiscuirme en su vida familiar ni personal, sin hacer público mi acuerdo o desacuerdo con todo lo por él resuelto y tomando la prudente distancia y el necesario tiempo de análisis de su cuenta pública, para este inmediato, difícil y delicado momento, mi modesto, humilde y profundo agradecimiento y apoyo a quien, coartado por un cobarde gobierno que le limitó un tradicional espacio de maniobra, pero que, como Comandante en Jefe, en los momentos políticos y sociales más difíciles de la historia de Chile, supo cautelar un bien superior: el Ejército de Chile. Ese que tiene una aceptación de la sociedad, ¡lejos!, por sobre quienes hoy la atacan o quieren destruirla, y qué mejor forma de demostrarlo el General Ricardo Martínez, quien estuvo a la altura de las circunstancias.
Un afectuoso saludo a su familia y a quienes, siendo su grupo profesional más cercano, tuvieron y tienen el deber y la lealtad (que es para arriba y para abajo y en las buenas y en las malas), de no abandonarlo.
Christian Slater Escanilla.
Coronel ®de Ejército.
