Comienza la migración de DC a una nueva fuerza por crear o ya creada. El más notorio es la renuncia de uno de los más connotados lideres de la corriente interna denominada como “Los Príncipes”, se trata de Claudio Orrego Larraín, actual Gobernador de la Región Metropolitana. Los trascendidos que circulan hace una semana indican que a esta renuncia se sumarían otras de connotados militantes y parlamentarios elegidos con la votación de la Flecha Roja.
En una extensa carta donde señala sus 33 años de vida política en la DC, con relatos de participación desde que su padre era otro connotado DC, pero que lo fue hasta el último de sus días, Claudio Orrego Larraín, electo como Gobernador de la RM postulado en los cupos DC, hizo pública su renuncia este lunes 10 de octubre de 2022.
Es el primero de “Los príncipes” en renunciar, elegido con los pocos votos DC que le quedan al partido, pero con la insignia DC que al menos lo vislumbran entre muchos otros. La renuncia guarda relación con la imposibilidad de imponer sus términos políticos a la conducción, quizás no entendiendo que los términos políticos no se imponen, sino que se convence o se pacta.
Hace un recuerdo de los buenos años de la Concertación con Aylwin, Frei, Lagos, y de la Nueva Mayoría en los dos periodos de Bachelet, destacando el progreso que trajo al país. “Sin duda hay mucho que pudimos hacer mejor, pero la obra es robusta y los resultados visibles” acota en la misiva.
Señala que hizo esfuerzos por cambiar esta realidad interna de desencuentros y mala convivencia interna desde los diferentes espacios políticos ocupados tanto dentro como fuera del partido, pero no fue posible revertir la destrucción de la convivencia interna, necesaria para mantener un partido sólido.
Concluye la carta pública señalando que no se alejará de la política y espera en ese ámbito reencontrase con sus amigos de la DC: “Espero de corazón seguir trabajando juntos por engrandecer nuestro país, aunque ya no lleve la camisa con la flecha roja”.
LEER CARTA
Estimados (as) camaradas:
Después de 33 años en el partido Demócrata Cristiano he decidido renunciar a mi militancia. Esta ha sido una decisión triste pero también muy meditada. Me unen a Uds. una linda historia de servicio a nuestro país. Juntos luchamos pacíficamente por la defensa de los derechos humanos y el retorno a la democracia, desde el movimiento estudiantil y también de agrupaciones como el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo.
Luego, liderados por don Patricio Aylwin, acometimos la difícil tarea de reencontrarnos y reconciliarnos como país, impulsando una inédita, difícil y necesaria transición. Luego vinieron los gobiernos de Frei, Lagos y Bachelet (I y II), donde desde y con la centro izquierda democrática impulsamos una agenda de justicia social, crecimiento y modernización del país, como nunca en nuestra historia.
Estos años, así como las 4 décadas previas, me hacen sentir muy orgulloso y agradecido.
Sin duda hay mucho que pudimos hacer mejor, pero la obra es robusta y los resultados visibles. Lo mismo me pasa con nuestras ideas, que creo siguen vigentes como nunca: la centralidad de toda persona humana y el respeto a su dignidad, la justicia social como norte de la acción colectiva, el valor de la democracia y el respeto a los DDHHs, el rechazo radical al odio y la violencia como método de acción política, el rol necesario de un Estado Moderno y de un sector privado emprendedor y competitivo, la importancia de una sociedad civil organizada e incidente, y una opción preferencial por los excluidos y marginados. En esto, me sigo sintiendo unido a Uds y espero nunca dejar de hacer política juntos.
Sin embargo, junto con esta linda historia, también me ha tocado ver como nuestra convivencia interna se fue destruyendo, hasta que nuestra “comunidad” partidaria simplemente pasó a ser irreconocible y hasta diría inexistente. Poco queda ese espíritu fraterno al que mi padre, Claudio Orrego Vicuña, dedicó ese lindo poema “Los Camaradas” en 1975. Del debate de ideas pasamos a la descalificación personal, de las diferencias ideológicas legítimas a grupos rivales irreconciliables, de la competencia necesaria a una guerra fraticida, de la lealtad a toda prueba a la deslealtad y la abierta traición.
Soy de los que trató de cambiar esta realidad desde las distintas responsabilidades que me correspondió ocupar, tanto dentro como fuera del partido, y siento que no pudimos revertirlo. Por cierto, respeto mucho a los que siguen intentando cambiar esto desde adentro, con tanta generosidad como coraje. Yo ya me desafecté y no quiero seguir invirtiendo las energías que me quedan en un ambiente donde ya no siento que se viva un espíritu comunitario y de respeto mínimo que se necesita para hacer política juntos.
Yo voy a seguir en política. Es mi vocación del alma, y a la cual espero dedicar los años que me quedan de vida. Nuestro país vive momentos muy difíciles, y van a exigir de nosotros una gran dosis de patriotismo y compromiso. Quizás tan grande como el que dimos en los tiempos de la Dictadura. A la creciente inseguridad por el aumento del crimen organizado y la violencia, se suma una situación económica muy precaria, una crisis institucional que aún no terminamos de resolver, un deterioro grave de nuestra convivencia, y un creciente populismo polarizante de extrema izquierda y de extrema derecha.
Hoy, cuando algunos partimos, es importante reconocer que el fondo de nuestra unión NUNCA fue el partido en sí mismo, sino las transformaciones y servicio que queríamos para nuestro país y su gente. Así como en su momento los Falangistas fueron capaces de entender que ese instrumento ya no daba el ancho para el país y los desafíos del futuro, uniéndose con agrariolaboristas y socialcristianos en la construcción de un nuevo instrumento político, así mismo creo que hoy hay que pensar en un nuevo instrumento para los años y décadas que vienen.
En este contexto espero que volvamos a encontrarnos en el servicio público y la lucha política, aunque ya no sea siendo parte del mismo partido. Quien sabe cuáles serán las formas de organización y alianzas que nos demos y podamos construir, con algunos de uds y muchos independientes y ex militantes de otros partidos. Lo importante es que mantengamos nuestros ideales y la esperanza inquebrantable en el futuro de nuestro país.
Termino estas letras agradeciendo a todos y todas mis camaradas por todo lo compartido, todo lo aprendido, y todo lo hecho juntos por nuestro Chile. Para mí fue un honor representarlos en tantas batallas electorales. Espero de corazón seguir trabajando juntos por engrandecer nuestro país, aunque ya no lleve la camisa con la flecha roja.
Hasta pronto, y cuenten conmigo siempre.