Señor Director:
Una gesta heroica liderada por el Capitán de Fragata Arturo Prat Chacón que en un acto heroico —con su ejemplo— impulsó a sus subalternos. Una época en la que no existía ni era necesario ningún “Juramento a la Bandera” para exigir o asegurar el cumplimiento del deber militar. Bastó solo el sentido del honor, la estricta disciplina inculcada desde los 14 años y la absoluta obediencia en el cumplimiento de las órdenes superiores.
Ninguno de nuestros héroes de la Independencia o de la Guerra del Pacífico juró a la bandera, así como lo conocemos ahora. Más que nada era una plegaria a Dios y a la Virgen o, una arenga previa al combate.
Con el tiempo —como siempre sucede— los políticos y la politiquería y en particular los presidentes elegidos y sus bancadas, en apoyo a su falta de liderazgo e incapacidades, inventaron esta exigencia para las Fuerzas Armadas, arreglado a los intereses de cada época. Una disposición para evitar las asonadas militares que, ante el clamor popular intervinieron varias veces en la política nacional. Pareciera que esto tampoco dio los resultados esperados.
Un juramento que, hasta el día de hoy, es exigido por los gobiernos de turno, pero que quien lo cumpla o no lo cumpla, igual será perseguido por la Ley y por esos de siempre, los que nunca asumen su responsabilidad política, nunca les pasa nada, se adueñan de los medios de comunicación, se enquistan y se perpetúan en el Congreso y, además, se suben los sueldos a vista y paciencia de todos los chilenos. En resumen, una clase política insensible, prepotente, empoderada, encapsulada, blindada, que no está a la altura de los mejores, demasiado lejos del Honor de Arturo Prat y, nuevamente, incapaces de controlar la crisis que viven, tal como ocurrió en los años 60.
Christian Slater Escanilla.
Twitter: @PatriotaSlater