Señor Director:
El reciente reconocimiento del ministro de Hacienda, Mario Marcel, sobre el crecimiento nulo del Índice Mensual de Actividad Económica (Imacec) en septiembre de 2024 ha provocado una mezcla de incredulidad e indignación entre la ciudadanía. Las palabras de Marcel, calificando la cifra como “decepcionante” y “claramente negativa”, dejan al descubierto una preocupante falta de previsión y solidez en la gestión económica del gobierno.
Resulta cuestionable que un gobierno que ha cometido errores repetidos en sus políticas trate de mitigar el impacto de sus fallos simplemente reconociéndolos públicamente. Este tipo de admisiones, de error y ensayo
que ya se ha hecho una costumbre en el Gobierno, pueden ser vistas, según la perspectiva de muchos, más como una estrategia de distracción que como un ejercicio de transparencia y responsabilidad. La economía es un pilar fundamental que afecta directamente las fuentes de trabajo, la inversión y la esperanza de millones de chilenos, y no puede ser manejada con ligereza o excusas que buscan minimizar la magnitud de las consecuencias.
El hecho de que el ministro de Hacienda haya atribuido parte de la cifra negativa a los feriados de fiestas patrias y a los días puente subraya un problema más profundo: la incapacidad de planificación y la falta de estrategias efectivas para contrarrestar factores previsibles. Estos argumentos pueden parecer insuficientes para justificar un rendimiento tan pobre en un contexto donde los ciudadanos esperan un liderazgo firme y soluciones concretas, no explicaciones que bordean en lo banal.
El panorama se torna más crítico al considerar que el crecimiento en los últimos doce meses solo alcanzó un 1%, muy por debajo de las expectativas y de las promesas iniciales. Es evidente que la situación económica ha superado las capacidades del actual gabinete, y las proyecciones optimistas de un mejor cuarto trimestre basadas en una baja de las tasas de interés se perciben con escepticismo.
En un país donde el bienestar de la población depende de una gestión responsable y eficaz, es comprensible que la indignación crezca cuando los encargados de liderar la economía parecen improvisar o manejarse con explicaciones simplistas. Esta pésima costumbre de algunos líderes, marcada por la ineptitud y la ignorancia, ha arrastrado al país a una situación de precariedad que afecta cada vez más la vida diaria de los chilenos. La irresponsabilidad en el manejo de la economía impacta no solo en las cifras, sino también en la vida diaria de los chilenos, exacerbando problemas como la delincuencia, el aumento de los suicidios y la disminución en la tasa de natalidad. La falta de oportunidades y la incertidumbre económica hacen que, para muchas familias, la idea de traer hijos al mundo sea una carga impensable y casi irresponsable en un país empobrecido por la ineptitud de sus líderes.
La economía no es un juego, y los errores en su manejo deben ser asumidos con consecuencias claras. La pregunta que surge es si el país debería considerar mecanismos más exigentes de responsabilidad pública, como tribunales de honor, para quienes tienen en sus manos el futuro económico de la nación. La paciencia de los chilenos no es infinita, y la falta de resultados, sumada a la repetición de errores y excusas, solo alimenta la frustración y la desconfianza.
Christian Slater Escanilla