Imagine entrar a pabellón confiando en que todo estará bajo control. Sin embargo, durante la cirugía su cuerpo comienza a perder calor sin que nadie lo note. Esto ocurre más seguido de lo que se piensa: hasta un 70% de los pacientes puede presentar hipotermia inadvertida si no se aplican medidas activas. Y no es un detalle menor: una temperatura bajo 36 °C aumenta el sangrado, eleva la necesidad de transfusiones, incrementa el riesgo de infecciones y retrasa la recuperación.
Diversas sociedades científicas, incluyendo la American Society of Anesthesiologists y la European Society of Anaesthesiology and Intensive Care, recomiendan mantener la normotermia activa mediante estrategias como el calentamiento convectivo forzado, el calentamiento de fluidos intravenosos e irrigaciones, y la adecuada temperatura del ambiente quirúrgico.
En nuestro contexto local, aún existen brechas en la implementación sistemática de estas medidas. Factores como la subestimación del problema, la falta de dispositivos térmicos disponibles o la ausencia de protocolos escritos, dificultan garantizar este estándar en todos los pabellones. Promover una “cultura de la normotermia” en anestesia significa asumir la responsabilidad de prevenir la hipotermia desde la inducción anestésica hasta la recuperación.
El llamado es claro: mantener la normotermia no es una medida opcional, sino una práctica costo-efectiva, basada en evidencia, que salva vidas y mejora el pronóstico de nuestros pacientes.
Sociedad de Anestesiología de Chile